En un barrio de Bariloche un grupo de personas trabaja ofreciendo talleres recreativos y apoyo escolar a los niños. Los vecinos se quejan porque los chicos “molestan”, la pelota se les escapa a los patios, todos los días hay bullicio, gritos, risas, ruidos de niños…Estos vecinos se organizan para pedir que no se realicen más ese tipo de actividades en ese lugar.
En otro sector de nuestra ciudad un grupo de chicos juegan con sus skates, en la calle asfaltada de un barrio tranquilo. Un vecino se molesta con ellos, los dispersa con gritos y amenazas y no duda en utilizar su camioneta 4x4 para perseguirlos hasta asustarlos, para que no vuelvan nunca más.
¿Que nos pasa a los adultos con los niños? ¡Cómo nos cuesta hacernos cargo de ellos! Ser adultos frente a ellos, asumir el compromiso que esto implica hacia todos los niños, y no pensar egoístamente en “los míos” o “los ajenos”. Se nos hace difícil como sociedad pensar en habilitar espacios que los tengan en cuenta, lugares seguros para sus juegos, que los inviten a compartir. Lugares en los que los adultos se hagan cargo de su cuidado, que “estén”, que asuman la responsabilidad de estar presentes en esas vidas que se están formando.
Ellos se están construyendo como sujetos y esta construcción se hace sólo en relación con otros que le “hacen un lugar” y lo amparan en su fragilidad. Y no sólo eso, sino que también es necesario, como dice la reconocida psicóloga argentina Silvia Bleichmar “transmitirles a los niños nuestra expectativa de que en ellos estamos nosotros, nuestros sueños de un mundo mejor y que son nuestra propia contigüidad. Y esta es un a forma de humanización muy fuerte. Esto tiene que ver con la profunda creencia en la potencialidad del otro humano.”
O sea, no alcanza con hacerles un lugar adecuado para crecer, acompañarlos, estar atentos a sus necesidades sino que también es necesario un plus de confianza hacia los niños, creer en ellos, hacerles saber que estamos seguros de que son capaces de hacer cosas buenas, nuevas, mejores que las que hemos hecho hasta ahora.
¡Cuánto necesitamos los barilochenses creer en nuestros niños y adolescentes, apostar a su creatividad, a sus vidas nuevas como resguardo de una sociedad mejor! Ojalá que podamos escucharlos, mirarlos, ampararlos… para construir juntos una ciudad en la que sean verdaderos protagonistas y que los “ruidos” sean “música” cuando veamos un grupo de niños jugando.